jueves, 23 de agosto de 2007

Niño

Siempre jugaba solo. En el patio trasero de su casa y bajo la atenta mirada de su madre, intentaba jugar a la pelota con un arquero invisible, derrotaba a compañeros invisibles y finalmente, anotaba goles invisibles que nadie celebraba.
Tras el entusiasmo de su propia fantasía se sobrecogía en la tristeza, al ver la pelota rebotar sola en una esquina y sin tener quién se la devolviera. Volvió la vista a la ventana de la cocina y se encontró con los ojos de su madre, quien lo impulsaba a seguir jugando.
Con la cabeza gacha entraba a la casa y su madre acudía deprisa a su encuentro, empujándolo de nuevo hacia el patio. Allí empezó a mover el balón sin ánimo, hasta que lo llamaron a almorzar.
En la mesa le preguntó, como todos los días, porqué él no podía ir al colegio y jugar así con otro niños de su edad. La madre le explicó, como todos los días, que en el colegio no entendería que él era “especial”, que las calles eran peligrosas y que allí ella no podría cuidar de él.

Bajó nuevamente la vista y terminó de comer. Subió a su habitación a leer el libro que le encargó el profesor particular que lo visitaba por las tardes, mientras repasaba de memoria las tablas de multiplicar. En sus cuatro horas de estudio aprendió las capitales de los países de Latinoamérica y también rindió un examen de matemáticas. Como obtuvo tan buenos resultados, la madre le llevó un pedazo de pastel que recién había horneado.
Pero él pensaba en los niños que jugaban a la pelota en el pasaje de su casa.

Pasaron los años y estuvo preparado para ir a la universidad. Su madre, más anciana cada año, intentaba quitarle esa idea de la cabeza. Pero él sólo soñaba con poder compartir con otras personas de su edad, quería conversar con chicos de fútbol y también conocer chicas como las que veía siempre que se asomaba por la ventana.
Su tristeza lo hacía parecer aún más pequeño de lo que era, un día decidió dejar de comer y de hablar. Alarmada, la madre lo llevó al doctor, subiéndolo al metro por primera vez. Fue un viaje pequeño pero lleno de asombros: escuchó por primera vez multitudes, sintió olores desconocidos que no le incomodaron y vio cosas que ni siquiera en su imaginación alguna vez soñó… Y se prometió así mismo que no sería la última vez…

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1 comentario:

Dino Trajeado dijo...

Oh!, da la sensación de angustia e incompletud, muy bien narrado.