viernes, 26 de diciembre de 2008

No te Miento

No te miento, siempre supe que volverías algún día.
Ni siquiera físicamente... eso era pedirle demasiado al destino, demasiado a la suerte: demasiado perdón de tu parte.
Sí esperaba que te aparecieras en sueños y en esos pensamientos que niego siempre tener sobre ti.
Pero no te miento, no esperaba cruzarme contigo en la calle. No confíe en que las rutas finalmente se entrecruzarían, pese a mi afán por evitarlas.
No esperaba verte igual que hace tanto tiempo atrás.
No te miento: reconocí tus ojos de inmediato entre el resto de los rostros y cientos de pequeños puntos se clavaron en mi estómago, dejándome al borde del asco y de lado de la emoción.
Y reconocí esa mirada que desee no tener nunca más sobre la mía.
No te miento, de haberlo sabido, habría deseado no encontrarte nunca.

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martes, 22 de enero de 2008

La Espera

Me angustió cada uno de los minutos en que increpaste mi rostro en silencio, esperando que vertiera sobre ti la más grande de mis verdades.
No, ni siquiera.
Sólo querías que le pusiera sonido a tu mayor temor, ése que corría como película muda buscando ser la protagonista de todas tus pesadillas y no sólo de una. Solamente para dar paso a la desconfianza absoluta que al fin te sumergiera en el paraíso del odio. Hacia mí. Por mí.

Tu silencio agotado. Tu mirada acusadora multiplicada hasta el infinito sólo para que me penase hasta la eternidad, esperando el bendito instante en que decidieras sacarte la máscara y me enfrentaras.
Porqué no decirlo ahora. Porqué callar precisamente ahora, que el daño pasó obsequiándonos el saber que nadie murió por esperar tanto. Porqué esperar a que inundes tus ojos de lágrimas silentes, ofuscando tu rostro y contrayendo tus labios, sólo para no pronunciar las palabras que me tienes y que te carcomen la piel.

Y yo, que dejé de culpar a tu dios y a mi destino, al paso del tiempo y a las esperas sin final…
Tuve que ver cómo me esperabas, abajo del escenario, para que pronunciara las palabras que complacerían tu alma. Para que al fin tus sórdidos fantasmas te palmotearan la espalda con satisfacción. Para que pudieras perdonarte por tus faltas, exorcizándote mediante mis culpas.

¿Querías saberlo todo? Ahí está.
Cómete tus verdades, siéntate en el trono de las certidumbres y me cuentas, qué tal te va.

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